jueves, 7 de abril de 2011
Cuando un hijo se va…
La ley de la vida indica que deben ser los hijos quienes deben enterrar a sus padres, por lo que nadie está preparado para que esta relación se invierta. Y cuando esto sucede…
No existe manera alguna de describir la magnitud del dolor que se siente tras la muerte de un ser querido y más aún cuando éste es tu hijo.
Se inicia así un período de mucha tristeza y que vive varias etapas que terminan por sanar el alma, pero no borrar la pena.
La muerte de un hijo debe ser una de las experiencias más devastadoras que un padre puede vivir y existen muy pocas posibilidades que logre salir adelante con mucha facilidad. Pareciera que entre padre e hijo jamás se cortara el cordón umbilical y la conexión fuera permanente, entonces al irse, uno se siente como si se desmembrara una parte de sí.
Volver a caminar.
El duelo afecta a todo el organismo, disminuyendo inevitablemente las fuerzas para seguir manteniendo la rutina diaria, el cansancio es mayor y disminuyen los deseos de hacer actividades en el día a día. En esta etapa, cada persona lo vive de manera muy personal y con el tiempo que necesita. Lo importante es que se tenga el apoyo que se necesita para volver a caminar.
Y hay que tener en cuenta que este proceso puede durar la vida entera, en el que será necesario aceptar lo sucedido y encontrar la paz para subsistir. Esta etapa, además, se caracteriza por el sube y baja de las emociones, lo que desgasta enormemente a la persona, dejándola extenuada para avanzar. Por ello, se recomienda vivir el día a día y tomarse la sanación con mucha calma, sin presiones y con el objetivo de reconciliarse con la vida otra vez.
Cada año, el mismo dolor
Pese a que puedas haber avanzado de maravillas durante muchos meses, no te asustes con las caídas abruptas y menos con las que serán inevitables, como las fechas de cumpleaños o aniversarios de muerte. En ese momento, el dolor volverá a aflorar con la misma intensidad, porque jamás se ha ido, sólo se ha aprendido a vivir sin él.
Sobrellevar el duelo
Lo primero es no fijarse plazos, sino que vivir el presente. Este proceso psicológico seguirá su propio curso, dependiendo de la persona y del momento que vivía a la hora de sufrir la pérdida. En segundo lugar, es importante exteriorizar los sentimientos, es decir, no creer que si no se llora no se sufrirá. Muy por el contrario, no hay que cerrarse al dolor, pues tarde o temprano termina por explotar, afectando tu cuerpo y mente. Además, en esta terapia, es esencial mantener los espacios personales, y respetar esa privacidad. Así, si quieres estar solo y llorar hasta secar tus ojos, debes ser respetado por ello.
Etapas del dolor
1.- Evitación: Se presenta una anestesia emocional, un rechazo a la noticia, una evitación que impide la aceptación de la pérdida como verídica. Es un verdadero shock. En esta etapa, se actúa de manera racional –no emocional- y luego es olvidado el período por completo.
2.- Confrontación: Esta etapa es la más dura –que más cuesta resistir- y de mayor carga emocional, ya que implica tener que aceptar la realidad. Aquí es cuando muchas personas hablan de que les duele el corazón o el alma de pena. También pueden presentarse seudo-alucinaciones y se siente que se enloquece.
3.- Restablecimiento: Hay un gradual declinar de lo agudo y reubicación en el mundo real.
Dónde encontrar ayuda
No es fácil salir solo de un dolor tan grande como es la pérdida de un hijo, por lo que es importante que nos apoyemos en otras personas para volver a alcanzar el equilibrio y armonía familiar.
Este publicación está dedicada a mi gran amigo Mauricio en el día de la muerte de su hijo.
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