sábado, 26 de mayo de 2012
Amor a sí mismo
Se desconfía sobremanera de aquel quien señala amarse a sí mismo por encima de los otros. Se piensa mal de él o de ella, se le clasifica como ególatra, vanidoso; centrado en sí mismo. Desde la psicología folklórica, a veces no tan sabia, a quien se ama a sí mismo se le etiqueta como narcisista.
Por otra parte: ¿Qué tan sinceros y legítimos son los actos y los argumentos de algunos que viven consagrados a pensar y actuar, aparentemente, primero en los demás o en los otros, antes que en su propio Yo. De hecho se ufanan de su desinterés en sí mismos y se enorgullecen de pensar primero en los demás. Se autonombran como desinteresados, santos, beatos, humanitarios, caritativos, buenos, sin fines de lucro, altruistas, etc.
Existe una diferencia psicológica entre el egoísmo y el narcisismo de nuestros días y una orientación de amor a uno mismo, mucho más sana, que de hecho no tiene nada que ver con el primero.
Necesito amarme a mí mismo primero que nada, antes de poder amar a otros. O aún más: el amor es una potencialidad, una capacidad latente y disponible en los hombres, capaz de ser dirigida indistintamente a una pareja, a los miembros de la familia, a los amigos, los compañeros de trabajo y escuela, a Dios, al Espíritu o a la Divinidad.
Por consiguiente, no es raro que me ame a mí mismo. Incluso es indispensable y necesario quererme para mantenerme sano mental y físicamente.
La posibilidad de amar al propio Yo parecía sospechosa y digna de censurarse. Incluso resultaba psicopatológica, cercana a la esquizofrenia. El hombre era en una parte malo por naturaleza. Bueno, por la otra.
¿Cómo llegar a amar a esa parte mía, mi otra mitad, la oscura, la desconocida, si es presuntamente mala y perversa? Pregunta difícil.
Por vez primera en la historia de la Psicología Occidental se permite el amor a sí mismo como una orientación sana. El amor a sí mismo surge del autoconocimiento y del conocimiento de los otros.
El amor en general implica conocimiento profundo del objeto amado, no puedo amar algo que no conozco, y conforme conozco a mi objeto de amor, lo amo más.
Puedo conocer a los demás gracias al propio conocimiento que logre de mí mismo, y esto lo saben bien quienes han estado en proceso de psicoterapia.
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